domingo, 10 de julio de 2011

LAS COSAS A VECES NO SALEN COMO UNO QUIERE

¿Cómo un día puede ser casi perfecto y el día siguiente un absoluto desastre? ¿Cómo pueden cambiar tanto las cosas en tan poco tiempo? 

Cuanto mejor intento hacer las cosas peor me salen, no lo entiendo. Me desvivo por complacer a los demás, especialmente a mi pareja, intento que todo siempre esté bien, pero las cosas no siempre pueden salir bien, y cuando no es así no me importa, por algo no habrá salido como se esperaba, quizás es que haya otra cosa que se pueda hacer mejor. Pero sólo se tiene en cuenta siempre lo malo, nunca lo bueno. No importa que haya habido muchos días buenos, porque el único día que se cuenta es el malo, es por el que se valora toda una serie de acontecimientos. 
Tengo pena. Y es que una sensación rara me invade, y sólo puedo relacionarla con la pena...quizás no es pena y es miedo...sí, es muy probable...terror a lo que pueda venir, porque encuentro que muchas cosas no salen como debiesen, como creo merecer que salgan. 
Hoy  he sentido rabia y pena, porque me he sacrificado tanto!...tanto y no veo los resultados aún por parte alguna, me siento como un saco roto, al cual puedes echar y echar cosas, pero nunca se llena, por más que lucho por hacerlo. Noto pequeños avances, pero no paso de ahí.  Además anoche volví a dormir mal después de 2 meses sin hacerlo, y eso también me afecta. Ya me parecía que llevara tanto tiempo sin que el insomnio hubiera vuelto a visitarme, ya me echaba de menos, todo lo contrario que yo a él que lo único que quiero es perderlo de vista. 

Aún queda por hacer, y como de costumbre, no bajaré los brazos y continuaré luchando hasta el final. Dicen que cuando uno va perdiendo y logra dar la vuelta al resultado, se siente mucho mejor...espero hacerlo, espero que al menos esa satisfacción, tape todos aquellos orificios que ahora siento en mi. 

Cuando las cosas no salen como uno quiere lo normal es agarrarse el cabreo pertinente o llevarse un disgustazo, llorar, gritar o incluso deprimirse y quedarse como atontado –yo he recorrido todos esos caminos en alguna ocasión-, pero luego hay que sacar de donde sea cinco minutos para reflexionar.

Cuando las cosas no salen como yo quiero, recuerdo que tengo mente y corazón, pero no varita mágica; que los otros viven la vida con sus propios deseos, afanes y criterios y no con los míos; que lo que es bueno para mí quizás sea una estupidez para los demás y, sobre todo y por encima de todo, que si algo me es negado es siempre por una buena razón. 

Yo soy de esas personas que creen a pies juntillas que cuando llega la enfermedad se puede aprovechar la postración para leer los libros atrasados, que cuando se pierde la cartera es porque ha llegado el momento de comprarse otra nueva, que si el teléfono no suena no llegarán las malas noticias, que si un amigo te falla es porque no era tan amigo, que si duermo sola puedo estirarme todo lo que quiera y si duermo acompañada tengo una ración extra de calorcito, aunque también a veces es mejor estar solo que mal acompañado, y tampoco la resignación es una buena compañía.

Y poco a poco voy intentando que todo me parezca casi bien y quejarme menos de mi “mala suerte” y disfrutar de cada minuto en que estoy en paz –como ahora- escribiendo mientras entra por la ventana la luz del sol de este caluroso mes de Julio de 2011 y tomándome un refresco, para olvidarme por un momento de que hoy no estoy tan bien como ayer, o como los días anteriores, pero a la vez contenta porque sé que mañana volverá a ser un día mejor.

Porque hoy las cosas no me han salido como yo quería y aún así sigo siendo feliz.

Uno a cero a mi favor.

En fin... ¿Quién dijo que la vida era fácil? 

miércoles, 6 de julio de 2011

MI VIDA EMPIEZA A RODAR...

Y la vida sigue girando, y avanzando, y ojalá que sea una espiral, así vamos ascendiendo en nuestro desarrollo, tanto intelectual, como espiritual, porque dar vueltas en círculos no tiene ningún sentido, aparece la rutina, el tedio, nos robotizamos...
Aquí estoy en el verano del 2011, con unas ganas locas de hacer mil cosas, y con ese tiempo tan escaso para concretarlas. 
Ya hice un curso de periodismo audiovisual, otro de cine de acción, y ahora colaboro diariamente en una emisora de radio.
Y debería hacer varias cosas más, pero el asunto es que aún no me decido. Últimamente, más bien los últimos... cinco años, han sido de una indecisión fatal. ¿Será parte de la madurez? Espero que no. 



Lo más importante es que ya me olvidé de no dormir, el insomnio no ha vuelto a visitarme y estoy feliz por ello, jamás creía que pudiera superarlo, y casi sin darme cuenta ha desaparecido. Espero que no vuelva a aparecer nunca más. Ahora sólo disfruto de cada minuto de la vida sin pensar en nada más, ni en el pasado ni en el futuro, sólo en el presente que es lo único que existe. 

domingo, 17 de abril de 2011

INSOMNIO ES MI HOGAR

Estoy despierta, pero tengo sueño, no puedo seguir más.
Desciendo al centro de mi insomnio, al centro de mi mal.
Descubro el cielo en mi silencio, descubro cierta paz.
El sueño sigue siendo eterno, sueño sin soñar.

Vivo preguntándome en qué sueña tanta gente, yo sigo deseando el saber lo que se siente.
Yo vivo día a día, vivo sin parar.
Yo pierdo la batalla cada noche que se escapa.
Yo pierdo la cordura cuando el sol me da en la cara.
Yo vivo en mi agonía sin poder soñar, vivo sin parar.

Y sigo inmersa en mi universo, despierto sin final.
Entrando y saliendo desde el cuerpo que no estás.

Vivo preguntándome en qué sueña tanta gente, yo sigo deseando el saber lo que se siente.
Yo vivo día a día, vivo sin parar.
Yo pierdo la batalla cada noche que se escapa.
Yo pierdo la cordura cuando el sol me da en la cara.
Yo vivo en mi agonía sin poder soñar. Insomnio es mi hogar.

Sigo preguntándome que siente tanta gente, soñando con mis sueños, con mis noches diferentes, sintiendo que mi vida es mi oscuridad.

Yo pierdo la batalla cada noche que se escapa.
Yo pierdo la cordura cuando el sol me da en la cara.
Yo vivo en mi agonía sin poder soñar.

Vivo preguntándome en qué sueña tanta gente, yo sigo deseando el saber lo que se siente.
Yo vivo día a día, vivo sin parar.
Yo sigo preguntándome qué siente tanta gente, soñando con mis sueños, con mis noches diferentes, sintiendo que mi vida es mi oscuridad.

Insomnio es mi hogar.

jueves, 14 de abril de 2011

LA MUERTE ESCONDIDA




     Somos primates mortales. Esta tajante afirmación proviene de un par de hechos observacionales: uno es la evolución de las especies: el otro, la evidencia diaria. Y a pesar de ser hechos puros y duros, la mayoría nos negamos a admitirlos. Es más, repudiamos cualquier ascendencia que vaya más allá de la genealogía porque nos revela que somos como los demás seres vivos: nacemos, nos reproducimos y morimos; el resto son detalles.

     Nos indigna considerarnos una más de las miles de millones de especies que han existido sobre el planeta porque nuestro cerebro ha evolucionado hasta adquirir conciencia de nosotros mismos. Nos negamos a aceptar la muerte e imponemos una condición de contorno a la vida humana, exclusiva y totalmente absurda: tenemos inicio, pero no tenemos fin. Y nos embutimos con ese nuevo traje del emperador que llamamos alma.

     Inventamos estrategias para disfrazar nuestro final. No es incomprensible que hayamos arrinconado y ocultado la muerte en la profundidad de hospitales y tanatorios; únicamente en los pueblos puede vivirse con toda intensidad.

     Cuando alguno de nuestros familiares más ancianos muere en sus casas donde se celebra el velatorio, se respira esa emoción contenida, tan castellana, hasta en la misma piedra de los muros. En una parroquia abarrotada el cura habla de salvación y vida eterna, que sólo se encuentra dentro de la Iglesia. El camino al cementerio es presidido por el silencio y el tañido a muerto, que suena a desconsuelo sin saber aún lo que significa. Se ven rostros de dolor, ojos vidriosos, pero nadie llora. Únicamente se rompe el silencio en un momento que prácticamente hemos desterrado de nuestras ciudades. Es el más intenso y emotivo que jamás podamos vivir: cuando la primera paletada cae sobre el ataúd. El golpe seco de la tierra contra la madera hace llorar a muchos, no sólo a familiares y amigos.

     Todos sabemos que así es el fin. Y por eso necesitamos negar que somos primates mortales.

lunes, 28 de febrero de 2011

INSOMNIO

Son ya tres noches seguidas sin dormir nada, ni un solo minuto. Durmiendo en cortos periodos tras los que despierto sobresaltada, con el corazón en un puño que boxea, para, durante un largo rato luchar contra mis obsesiones, mis fantasmas, mis pensamientos.

La realidad empieza a fundirse con mi imaginación y lo cierto es que no me importa ya. Todo tiene un límite, todo se acaba algún día, y mi resistencia parece doblegarse ante el dulce abrazo de la apatía.
La apatía. Esa vieja compañera con la que anduve casi cuatro años y a la que creí haber encerrado en un profundo y oscuro armario. Ahora se cuela sigilosa en mi cuarto. Se mete en mi cama cada mañana al despertar y me abraza con su cálida piel, con su suave voz. Me abraza y susurra. Yo ahora escucho, no es que preste atención, pero no trato de echarla... ¿no es eso su victoria de hecho?

Me levanto como si no me hubiera acostado, rota, apalizada, con dolor en los ojos, en las rodillas, me ha pasado un tanque por encima mientras "no-dormia". Pero no puedo dormir. Estoy en la cama. Miro el techo, o quizá me mira él, no lo sé. Ya no sé nada con certeza. ¿Cómo saber si mis pensamientos e ideas son mios o son de La Locura?
¿En qué punto sabes si una loca idea es simplemente la única vía o es una locura absurda que debes desechar para volver a tu asfixiante realidad?

Y esas dos absurdas palabras, que me atosigan y me estrujan la garganta como si hubiera tragado una pelota de tenis, tratan de volverme del revés; me gritan, me persiguen; no importa que corra o ponga música a toda pastilla; ahí están, golpeándome la cabeza y el corazón con bates y ya empiezo a quebrarme.
Pero no tiene sentido te dices, NO. Pero entonces, ¿qué puede ser? Y aún peor, de ser verdad, ¿qué puedes hacer? ¿a parte de nada quiero decir? Pues eso. NADA. Bueno sí. Puedo largarme, pero no huir. Cuando un alérgico se aleja del agente que le daña no huye, evita el daño. Eso voy a hacer. Evitar el daño. Más daño.

Resaca de un alcohol que no bebí, cansancio de vivir. Por doquier maniquíes que me observan con sus fríos ojos, que se ríen de mi desdichada soledad con su burlona y maliciosa sonrisa. Trato de hablarles, les hago señales; pero todo lo que obtengo es indiferencia, gestos rígidos, miradas duras, pieles de plástico, cerebros vacíos. Estoy sola y sola voy a estar. Ando, ando y corro. Pero todo son maniquíes. ¿Dónde hay personas? ¿Dónde alguien con quien hablar? ¿Dónde un oído, un hombro?

Suena el teléfono, el móvil, me hablan por Messenger, mensajes en Facebook, correos electrónicos... Todos quieren algo, todos exigen algo; con todos hay que cumplir, a todos satisfacer. Si pudiera verme desde el espacio sé que me vería en el fondo de un gran y profundo cráter, de resbaladizas y empinadas paredes. Y la única forma de subir es agarrarme a los fideos de espagueti que me arrojan. Pero tras quebrar unos cuantos ya no insisto, ya he aprendido. Ya no trato de subir, ahora cavo en el cráter. Ya no me quedan uñas y hasta los huesos de los dedos se han limado. Mi sangre riega la tierra que piso, que cavo. Todos desde arriba me gritan que suba, que no me rinda, que no falle; pero yo solo quiero desaparecer bajo la tierra. Quiero descansar.

Tres noches sin dormir. Esta noche será la cuarta. Mañana puede que no pueda ya ni escribir. Que la locura por fin haya hecho presa de mi, ¿o lo ha hecho ya?




lunes, 21 de febrero de 2011

La muerte está presente en todos los momentos de nuestra vida, ella siempre nos acompaña, aunque no la percibamos, camina a nuestro lado, esperando que llegue su momento de actuar.


Vamos a morir. Con toda certeza. Es una realidad que nadie pone en duda. Nadie discute. Es totalmente segura. Y afecta mucho a la vida humana, de modo que la sensatez invita a plantearse la vida teniendo en cuenta la realidad indudable de la muerte. 


Así que ya que tenemos que morir disfrutemos de la vida plenamente, sin pensar en lo que habrá o no habrá después, ese ya es otro tema...

viernes, 18 de febrero de 2011

Como bien dijo Confucio: "¿Qué es la muerte? Si todavía no sabemos lo que es la vida, ¿cómo puede inquietarnos el conocer la esencia de la muerte?"


Realmente la muerte forma parte de la vida, entonces ¿por qué hemos de temerla? Sabemos que tarde o temprano llegará, porque nacimos para morir. Aún seguimos creyendo que existe el famoso elixir de la eterna juventud: cremas anti-edad, alimentación macrobiótica, melatonina...Al final todo esto no son más que trucos para engañar y retrasar a la muerte.


La verdad es que en un mundo con sobrepoblación, cambio climático, problemas ambientales, escasez de agua, pocas oportunidades de trabajo, mala educación y un sistema de gobierno que deja mucho que desear... ¿quién quisiera vivir en un mundo que sabe que en el futuro la existencia humana se basará prácticamente en la supervivencia? ¿Tendría que ser realmente necesario alargar la vida?


Debemos comenzar por alargar la vida, pero de nuestro planeta, quien realmente lo necesita, y lo pide a gritos! Para que las próximas generaciones puedan disfrutar de un mundo mejor, ya que nosotros ya no vamos a estar para vivirlo, la muerte nos habrá llevado con ella para siempre.